Capital

Michael Taussig pasó años en el pacífico colombiano estudiando cómo se ha instaurado un nuevo animismo entre los jornaleros de la industria azucarera, de cara a la llegada de las formas capitalistas de trabajo. La acumulación, la enajenación y el trabajo asalariado son aspectos de las sociedades capitalistas que se han naturalizado en Colombia al igual que en México y otros países de América, especialmente en centros urbanos como Bogotá y Ciudad de México: los individuos insertados en estas sociedades –y en las ciudades accidentadas que les sirven de escenario– compramos, vendemos y trabajamos en jornadas compartimentadas homogéneamente entre trabajo y ocio; lo hacemos como si éstas fueran formas idóneas de ocupar el tiempo y el espacio, las cuales siempre han estado ahí esperando a emerger en el momento correcto de la historia. En este esquema, y bajo la luz de esta nueva “naturaleza”, algunas creaciones del mismo capital adquieren cierta organicidad, mientras otras entidades devienen objetos inertes: las mercancías empiezan a palpitar con el flujo vital de los intercambios y las valuaciones, mientras las personas empiezan a verse como meros cuerpos productores, idénticos e intercambiables. [...]