Humano

Ernesto Carrillo ha sido mi guía en los recorridos por los terrenos del antiguo lago de Texcoco. Él se viste siempre de jeans, cinturón de cuero y camisas planchadas e impecables, de rayas azules y blancas. El sol golpea fuerte en el día de nuestra primera visita; en pieles como la mía ese sol suele dejar marcas rojas durante días. Un sombrero de cáñamo y ala ancha protege su cabeza; la piel de este hombre de edad avanzada y figura esbelta, guardada por la sombra, se ve curtida por años de sol y sequía, morena y gruesa, de otra raza más fuerte que la mía por su cercanía al campo y a la montaña. Ernesto lleva recorriendo estas tierras desde que eran un desierto sin agua ni pasto, hace más de veinte años. Es ingeniero agrícola de la vecina Universidad de Chapingo, hecho que trae a la conversación desde que aprieto su mano por primera vez, acompañando esta mención con un gesto de orgullo y una amplia sonrisa. [...]