Ánima

Walt Disney creó una serie de cortos animados en los años treinta del siglo pasado que llamó Sinfonías ingenuas (Silly Symphonies): en ellos, diferentes cosas del mundo “inerte” se mueven, interactúan entre sí, tienen comportamientos y gestos, atraviesan situaciones e incluso enfrentan dramas morales. Cosas tan diversas como relojes, huesos, casas, candelabros, hongos y juguetes tienen todas un par de ojos, pulgares oponibles y rostros humanos; ellas sonríen, lloran, cantan; experimentan emociones como celos, envidia o compasión. Uno de estos cortos, Flores y árboles, se sitúa en el paraje de un bosque al amanecer. Los árboles despiertan y saludan al sol estirando sus ramas como brazos, bostezando desde un rostro cuya boca está situada justo debajo de la copa, esta última formando una cabellera verde de hojas. Las flores, sorprendentemente paradas sobre un par de piernas, hacen gimnasia mientras los hongos muestran sonrisas en sus cabezas brillantes. Todos cantan al unísono y bailan mientras son rodeados de pájaros: las aves orbitan alrededor, dibujadas como pequeños niños que trinan y vuelan. [...]